Papás contadores de historias

Papás contadores de historias

Mi papá era el mejor contador de historias que he conocido. Tenía muchas anécdotas de su vida real, o por lo menos eso decía. Nos contaba cuentos sobre las carreteras de Colombia, algunos increíbles sobre los caminos al Chocó. Relatos de dificultades de las trochas, de pasajeros extraños, de fantasmas y de muertos. 

No solo los niños lo rodeábamos cuando empezaba a narrar, no, los adultos eran los que le hacían preguntas que inspiraban a que nos hipnotizara toda la noche. Recuerdo muchas veladas así, con la familia reunida, en una finca donde no teníamos ni televisor y mucho menos internet. 

Memo, así le decían todos como diminutivo a su nombre: Juan Guillermo Cañas, era el Rapsoda o “cosedor de cantos” de nuestra casa. Cuenta Meghan Cox Gurdon, en su libro La Magia de Leer en Voz Alta, que el Rapsoda en la antigua Grecia no leía un libro, sino que él era el libro. Se sabía de memoria, entre otros, La Ilíada y La Odisea, las dos grandes obras épicas de Homero.

 

Y aunque mi papá no se sabía de memoria ninguna obra clásica, y cuando lo conocí no lo vi con muchos libros en la mano, aunque tuviera una biblioteca espectacular con todas las obras de Literatura Universal y otras colecciones que había comprado en el Círculo de Lectores, su vida fue tan divertida, tan aventurera, tan llena de gracia, que solo activaba un viaje en su cerebro para que mil historias aparecieran. 

Hoy, que soy una mujer adulta y que ya no lo tengo cerca, agradezco su tiempo para hablarme de su pasado, de sus aprendizajes, de sus locuras, de los viajes que hizo, no en barco, ni en avión, sino en el bus que manejaba, o en la grúa en la que empezó. Sus cuentos entonces son mi mejor herencia, su ejemplo de tiempo compartido.

¿Cuáles serán las historias que escribirán mis hijos? ¿Cómo me recordarán a mi? ¿Hablarán de los momentos en presencia plena en los que contábamos o leíamos cuentos? Te comparto estas preguntas que me hago hoy para tomar acción con mis hijos y quizás tú también con los tuyos. Para apagar pantallas y prender conversaciones. Para cerrar portátiles y abrir libros. Para detener el scroll en redes y planear un viaje que nos llene de cuentos reales. Para construir desde ya un legado de amor que merezca ser narrado. 

Esta es una invitación final a darte una pasadita por el catálogo de Tintea, y buscar ese libro que puede ser el puente entre tus hijos y tu. 



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